Una de las cosas más difíciles de hacer, es poner límites de una forma respetuosa y consciente, tarea complicada. Pero lo vamos a intentar.

1.  Repetirnos que nosotros somos los adultos

Es importante recordar que nosotros somos los adultos y que no debemos dar rienda suelta a nuestro desborde emocional. Que tenemos recursos para volver a la calma y relacionarnos de otra forma con nuestros hijos. No es fácil, pero se puede conseguir

2.  Tener esos límites muy claros.

Los límites deben estar revisados, cuestionados y  consensuados por papá y mamá, porque sabemos que son buenos para nuestros hijos. Por eso no se trata de poner límites porque sí, si no poner límites muy pensados, muy reflexionados. Los justos y necesarios.

3.  No es necesario que ellos lo entiendan

Es una ilusión pensar que nuestros hijos e hijas van a entender el porqué le ponemos el límite, los niños no podrán comprenderlos ni valorarlos hasta que sean adultos, mientras, lucharán, patealarán... porque es lo que les toca hacer.

4.  Para corregir, antes hay que conectar

Hay algo que debemos tener muy claro, y es que la comunicación no la podremos establecer si no hay conexión, y la conexión va antes que la corrección. Si no conectamos con ellos, todo  lo que le digamos no va a tener el efecto deseado.

5.  Hay que negociar.

A partir de los 7-8 años ya podemos empezar a negociar con nuestros hijos. Esto, además, será un aprendizaje para el futuro, pero ojo habrá cosas que para vosotros sean innegociables: esos son los límites. Y también deben aprender que para ellos también habrá cosas innegociables y que lo deberán tener claro ante otras personas que  pretendan asaltar sus límites.

6.  Aprende a descifrar si el límite que estás poniendo tiene sentido o no

Los límites que se convierten en necesarios son aquellos que garanticen la seguridad,  la integridad, el  bienestar y el correcto desarrollo de nuestros hijos e hijas. Los límites tienen que ver con las cosas importantes: descanso, higiene, respeto, alimentación, uso de las tecnologías.

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