Don Bosco en familia
número 83
Buenos cristianos y honrados ciudadanos...
Un domingo, Carlos Buzzetti, uno de los primeros muchachos de Don Bosco, llegó al Oratorio acompañado de su hermano más pequeño. Se llamaba José y acababa de llegar de Caronno Varesino, su pequeño pueblo. Era un muchachito pálido, estaba muy asustado.
- Don Bosco, este es mi hermano José. Solo tiene diez años.
- Soy amigo de tu hermano, y lo seré también tuyo -le dice sonriendo Don Bosco-. ¿Dónde trabajarás?
- Con Carlos. Pero tengo miedo del patrón, dice el pequeño.
José se encariñó mucho con Don Bosco. Siempre estaba cerca de él. Aquella primera tarde, antes de dejar el Oratorio, le dice:
- Don Bosco, no me deje solo. Vaya a verme.
Don Bosco va a aquella obra al día siguiente. El jefe de obras le pregunta: ¿Qué quiere?
- Estoy encargado de los niños de la familia Buzzetti, para cuidar a sus hijos los domingos y durante la semana. José, el más pequeño, ha llegado apenas ayer. ¿Dónde están?
Carlos y José han oído la voz de Don Bosco y le llaman:
- ¡Estamos aquí!
Don Bosco trepa por los andamios. Y para aquellos muchachitos, el ver a Don Bosco y poder hablar con Él en su lugar de trabajo, les resulta un momento de fiesta.
José se lamenta:
- El bote de cal es demasiado pesado para mí, y el día es largo.
- Ven conmigo. Vamos a hablar con el patrón.
Don Bosco explica a aquel hombre duro, pero no malo, que él está dispuesto a garantizar la buena conducta y el empeño de aquellos muchachos. Pero el jefe debe medir la fatiga según la edad de los mismos:
- ¡Este es todavía un niño! ¿Cómo se le puede cargar con un cubo de cal en sus hombros?
Don Bosco comienza así, con gestos concretos, a salvar a los jóvenes que visita en sus trabajos. Alguno le manifiesta la necesidad de aprender a leer y escribir, a hacer las cuatro operaciones fundamentales. Y así encuentra las horas o las personas adecuadas para darles clase.
Formar buenos Cristianos y honestos ciudadanos es el resultado de relaciones profundas y creativas donde el joven está al centro de la relación. Como dice el educador Paulo Freire: “Los jóvenes se educan con el diálogo, la empatía y la curiosidad auténtica", es una intuición muy cercana al estilo de nuestro fundador”.
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