“Una vida sin examen no merece la pena ser vivida.” Esta frase de Sócrates cobra actualidad en los días que vivimos, entre prisas y actividades frenéticas donde lo urgente quita tiempo a lo importante. Es momento de examinar y ver qué palabras se han repetido más estos últimos años. Junto a la palabra “pandemia”, “Inteligencia Artificial” o “Chat GPT”, “acompañamiento” ha sido una de las más usadas: la necesidad de acompañar a nuestro alumnado, a los docentes, a las familias, a nuestros hijos e hijas, a nuestros padres… Acompañar, desde la filosofía socrática, es examinar y saber ver las experiencias vividas de las personas que nos rodean a la luz de sus fortalezas, para que vivan en coherencia dentro de la complejidad y la incertidumbre en la que estamos inmersos.
El primer paso para acompañar a los demás es acompañar desde nuestra mejor versión. En esta línea, estas palabras de Plotino, en sus Enéadas, te pueden ayudar: “¿Que cómo puedes ver la clase de belleza que posee un alma buena? Retírate de ti mismo y mira. Y si no te ves aún bello, entonces, como el escultor de una estatua que debe salir bonita quita aquí, raspa allá, pule esto y limpia lo otro hasta que saca un rostro bello coronando la estatua, así tú también quita todo lo superfluo, alinea todo lo torcido, limpia y abrillanta todo lo oscuro y no ceses hasta que veas tu mejor versión".
Acompaña a los jóvenes en este tiempo favorable para el discernimiento vocacional experimentando, al mismo tiempo, la belleza de dejarse acompañar.
Ayuda al joven, con paciencia y amabilidad, a descubrir – escuchando la voz de Dios – cuál es un don y cómo puede realizar el gran proyecto que lo espera.
Ofrece a cada joven la oportunidad de ser acompañado, dando el primer paso desde la escucha empática y valorando la individualidad sin excluir a nadie.
Propón una espiritualidad unificada viviendo una presencia auténtica desde el ejemplo de Jesús.
Testimonia la alegría amando y haciendo sentir el amor de Dios.
Experimenta la lógica del “ven y verás” con el testimonio silencioso y coherente, que manifieste la presencia del Resucitado e invite a emprender un camino.
Vive la dimensión comunitaria creando una “casa que acoge” mediante la mirada, el ser, la apertura al mundo y la plenitud de vida.
Dedica tiempo al encuentro personal cuidando la escucha con el corazón de Cristo Buen Pastor.
Mira con confianza y esperanza la vida, fiándose del Señor, caminando junto a los jóvenes y despertando en ellos el deseo de encontrarlo: labra tu propia estatua.
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