Y ahora qué...

número 80

Sepia o calamar...

Con este título quiero comenzar este segundo artículo, con la clara intención de reflexionar sobre cómo estamos protegiendo a nuestros hijos e hijas, nuestro bien más preciado, del uso indiscriminado de internet.

En primer lugar creo que se da por hecho que nuestros menores son “nativos digitales”, es decir aquellos que son unos “expertos” con los dispositivos electrónicos, dicen que un niño nacido en esta era es capaz de dominar un equipo electrónico sin muchas dificultades.

Sin embargo a poco que observemos a estos nativos digitales, percibimos dificultades en el manejo de los conocidos procesadores de texto o de cálculo, presentan dificultad para discriminar entre la realidad y una fake new, por ende tienen poco desarrollado el espíritu crítico, condición que les hace muy vulnerables y a su vez se convierte en un aspecto socialmente preocupante, y por último si revisásemos en ajustes de su dispositivo móvil esa sección que se suele llamar “bienestar digital y control parental”, comprobaríamos cuánto de desarrollado está la autorregulación en nuestros chicos y chicas.

Es cierto que son expertos en el fácil acceso y manejo de los nuevos dispositivos; muchos de ellos desde bien pequeñitos. Estos peques son “embrujados” por la luz azul de las pantallas de móviles de sus progenitores u otros miembros de la unidad familiar, sin mala intención y con el fin de que, por ejemplo, vayan en el coche tranquilos y entretenidos, podamos comer o cenar sin mucho alboroto, etc.

Pero estas prácticas convierten a nuestros hijos, da igual la edad que tengan, en consumidores digitales porque pasan cada vez más horas frente a una pantalla. Quizás sin habernos preguntado previamente los beneficios o los perjuicios de esto, pero la vida “nos lleva”… No pretendo que nos sintamos culpables con lo anterior, pero sí proponer un momento de reflexión.

Las series que les educan

Comenzaba este artículo con un título que pretendía captar la atención del lector, dicho título nos pregunta si sepia o calamar, queriendo hacer una sutil alusión al famoso fenómeno con el que prácticamente comenzábamos el curso, me refiero a la serie “El juego del calamar”. De momento nuestros patios se llenaban de juegos que los niños veían en dicha serie, se inundaban las redes sociales de peticiones sobre los disfraces de Halloween… Pero ¿de qué iba todo esto, por qué tanto revuelo si sólo era una serie más que nuestros niños y adolescentes veían?

Ya sabéis cuál era el argumento de dicha serie, un grupo de personas aceptan la invitación de participar en un juego muy extraño, pero sobre todo mortal. Presumiblemente, se trata de una dinámica para niños, pero no se dan cuenta de que han entrado a una competencia donde cada prueba será una lucha por sobrevivir. La desesperación y el deseo de escapar de sus “miserables vidas” los lleva a un juego del que muchos no lograrán salir, Esta serie era para mayores de 16 años, pero como os he comentado los patios de colegios de España, Bélgica, Reino Unido… se llenaron de juegos que aparecían en esta serie. La verdad es que no entendí mucho el revuelo porque esto no es nuevo, por desgracia.

Tenemos constancia de que nuestros menores consumen pornografía cada vez a más temprana edad, según un estudio realizado por el pedagogo Lluís Ballester y la catedrática Carmen Orte del Grupo de Investigación y Formación Educativa y Social (GIFES), de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), recoge entrevistas a casi 2.500 jóvenes de entre 16 y 29 años, en su mayoría heterosexuales (76,7 %) de siete comunidades y que trata de contrastar por primera vez las hipótesis sobre juventud y pornografía publicadas en los últimos diez años.

Los resultados del estudio constatan que la edad media de inicio en el consumo de pornografía son los 14 años entre los adolescentes hombres, los 16 en el caso de las mujeres y los 15 para otras identidades, Sin embargo, al menos uno de cada cuatro varones se ha iniciado antes de los 13 y la edad más temprana se anticipa ya a los 8 años. Carmen Orte, en declaraciones recogidas por Efe, ha explicado que se debe "simplemente" a que "los menores tienen un móvil, en el que, aunque no busquen la pornografía, se la encuentran”.

Pero ¿quién de nuestros adolescentes no ha visto la serie “Élite”, con sus escenas de sexo y su constante bullying? En esta serie se trasladan aspectos como que su conducta sexual a los 16 años pasa por experimentar distintas prácticas y que todas salgan bien, que hacer tríos o sexo en grupo es una práctica habitual.

Se puede decir que en esta serie, que ya va por la cuarta temporada, raya la pornografía y claramente altera la percepción que nuestros adolescentes tienen de la realidad y de las relaciones sexuales.

Y por último, sin ánimo de promover el miedo o la intolerancia a la tecnología sino todo lo contrario, que es promover una postura crítica ante ella, especialmente por las herramientas digitales usadas por nuestros menores, comentaros sobre los desafíos virales de TikTok. Creo que a estas alturas todo el mundo conoce que es una aplicación para compartir vídeos cortos que permite a sus usuarios crear y difundir grabaciones de hasta un minuto de duración sobre cualquier tema y seguir a los perfiles de otros usuarios, por lo que funciona como una red social.

Y que la misma aplicación para el mercado chino se llama Douyin. La aplicación, de forma completa, se dirige a usuarios de 13 años o más. Menores de esa edad no pueden usarla y existe un formulario para solicitar la desactivación de dichas cuentas. Como bien sabemos todos esto no es precisamente así, nuestros niños y niñas usan y consumen TIkTok. ¿Pero qué hay de los retos virales que propone esta aplicación y cómo influye a nuestros niños y niñas? Estos retos desafían a los seguidores a llevar a cabo las tareas más descabelladas y que pueden dañar la salud de los involucrados.

Por ejemplo, “estallido del cuero cabelludo” o scalp popping en inglés, y que consiste en tirar violentamente de un mechón de cabello haciendo que se escuche un chasquido en la cabeza del protagonista. O ese otro del que nos alertaban a finales de enero y que ha preocupado a los expertos en salud ocular, que consistía en rizarse las pestañas de una forma más “rápida” y que “simplifica cualquier rutina de belleza”: usando un secador.


Pero, ¿quién pone puertas al campo?

Quiero terminar este artículo, mandando el mensaje de que no somos malos padres si nuestro hijo o hija usa el móvil, juegos on line, aplicaciones varias, lo que pretendo es compartir con todos vosotros y vosotras la necesidad que tenemos de saber qué ven, a qué juegan, ni podemos pensar que “la nube” o el mundo que va tan deprisa tienen la culpa de todo esto…

Quizás es momento de buscar ayuda entre nosotros. Cada vez es más importante trabajar en equipo, que centros educativos y familias sean equipo… Como dice un proverbio africano “hace falta una tribu entera para educar a un niño”.