Número 89
María Pérez
"Educar significa fomentar el establecimiento del mayor número posible de conexiones cerebrales, rodear al niño de un ambiente afectivo y aportarle un modelo adecuado que imitar.” Dr. F. Kovacs.
Desde hace unos años, hemos pasado de estar sobrecargados de actividades extraescolares a unas tardes donde decide más el niño qué hacer que los padres, y normalmente suele ser estar en casa y que “el niño no se canse”. Está claro que hemos avanzado mucho en la educación, ahora nos encontramos con mucha información, a veces incluso demasiada. Por ejemplo, sobre cómo conseguir una buena educación emocional, dejar que el niño tenga mayor libertad en la toma de decisiones… Lo que lleva muchas veces a perder el control como padres, como los principales referentes.
La parte positiva de todos estos “nuevos consejos”, es que nos mantienen activos y que queremos hacerlo lo mejor que podamos y que estamos en constante evolución. Pero esto también tiene una parte negativa, que muchas veces provoca que nos desviemos del objetivo que queremos para nuestros hijos. Como he comentado en algunos artículos anteriores, actualmente existe una sobreprotección hacia los hijos que no nos permite ni vivir a los adultos, ni a los niños, evolucionar de manera autónoma.
En este segundo trimestre, me gustaría hacer hincapié en la importancia del movimiento desde pequeños, el cual cada vez es más escaso por lo comentado anteriormente.
El desarrollo motor del niño es uno de los principales pilares en el desarrollo del cerebro infantil, en otras palabras, influye especialmente en su ruta visual y le permite integrar su esquema corporal. Esto le permitirá tener buenas herramientas neurológicas para su evolución en el proceso de aprendizaje.
“La movilidad es la puerta del aprendizaje.”
P. Dennison.
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El desarrollo motor incompleto da lugar a que haya muchas más probabilidades de una organización neuronal deficiente, lo que influirá en el aprendizaje. Es entonces cuando sucede el temido “fracaso escolar”, al cual va especialmente ligado la motivación. El Ministerio de Educación y Ciencia ha comprobado que solo el 2% de fracaso escolar es por el cociente intelectual, mientras que el resto de la población se debe a problemas del aprendizaje, dislexia, trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad y por efectos acumulativos de varios cursos.
Nos encontramos con dos extremos: niños con falta de coordinación, de una manera coloquial sería “torpón”, y niños que no son capaces de parar, es decir, no tienen adquirido un autocontrol ni un control postural.
Como resultado del desarrollo motor, el niño logra moverse de una forma funcional, es decir, logra independencia y autonomía. Así como también, de manera estructural, gracias a que el sistema nervioso central está desarrollado, se genera la organización de circuitos que interrelacionan las áreas cerebrales encargadas de diversas funciones en el aprendizaje. Por ejemplo; la coordinación ojo-mano.
“El cerebro crece con el uso”.
Glenda Doman
María J. López Juez, en su libro “¿Por qué yo no puedo?”, propone a las familias cómo colaborar para que un niño progrese hasta el siguiente nivel de desarrollo, así como también, en poner el foco en los orígenes del problema en vez de ponerlo en sus síntomas.
¿Cómo hacerlo? Desde el amor, paciencia y entrega, conectados con los docentes, profesionales de la educación, con los médicos, profesionales de la salud. Pero sobre todo, con el objetivo claro de querer lo mejor para nuestro hijo, de manera única.
En relación al inicio del artículo y mi objetivo con el mismo, es poder motivar a las familias para que incrementen la actividad física en los más pequeños, que les transmitan ganas por moverse y experimentar. Esta es una de las mejores formas para poder ayudarles.
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