Muchos chicos y chicas usan números y siglas en sus mensajes, y a las familias a veces “se nos escapa” lo que quieren decir. Entender algunos de estos códigos puede ser una buena excusa para acercarnos a su mundo y hablar con ellos, no para espiarles.
Algunos jóvenes usan CD9 o “Code 9” para avisar de que hay padres o adultos cerca y que es mejor cambiar de tema o dejar de escribir. Otros combinan números para expresar cariño, como 143, que equivale a “I love you” en inglés, o 7642, que se usa como una forma discreta de decir “te quiero mucho” o “estoy contigo”.
También hay números que, según el contexto, se relacionan con temas delicados; por ejemplo, 420 se asocia desde hace años al consumo de cannabis y, a veces, a algo “prohibido” o que se quiere mantener en secreto. Además, en redes y chats son muy frecuentes acrónimos en inglés como POV (punto de vista), LMAO (reírse mucho) o BAE (para hablar de la pareja o de alguien muy especial).
Crear códigos propios ayuda a los adolescentes a sentir que forman parte de un grupo y a construir una identidad diferenciada del mundo adulto. Les permite jugar con el lenguaje, sentirse creativos y compartir confidencias de una forma que perciben como más segura y privada.
Al mismo tiempo, algunos códigos se usan para esquivar la censura de las plataformas o la mirada adulta, lo que puede ocultar tanto mensajes inofensivos como contenidos de riesgo. Por eso es importante no minimizarlo, pero tampoco dramatizar: no todo código es peligroso ni todos los adolescentes los conocen o los utilizan.
Más que memorizar listas interminables de números y siglas, lo esencial es construir con los hijos una relación en la que se sientan seguros para contar lo que viven en internet. Hablar con calma sobre estos códigos, preguntarles qué significan para ellos y mostrar curiosidad genuina, sin burlas ni sermones, abre la puerta a conversaciones muy valiosas.
También ayuda acordar en familia algunas reglas básicas: qué no van a compartir, qué hacer si alguien les pide fotos íntimas o les presiona, y en qué momentos conviene desconectar de las pantallas. Acompañar no es controlar cada mensaje, sino estar disponibles, informados y atentos a cambios de ánimo o conductas que puedan indicar que algo no va bien.
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