Don Bosco decía: “La educación es cosa del corazón”. Creía que para enseñar bien, primero había que amar a los niños. Cuando se sienten queridos, aprenden mejor y se portan mejor.
Quería que sus escuelas fueran lugares alegres, donde se pudiera aprender jugando, riendo y compartiendo. Para él, la alegría era un camino hacia Dios.
En lugar de castigar con gritos o golpes, Don Bosco prefería hablar con los jóvenes, comprenderlos y ayudarlos a mejorar con paciencia. Esto se llama el método preventivo: prevenir los problemas con amor y presencia, antes de que ocurran.
Su objetivo era que cada joven pudiera ser una persona de fe, solidaria, trabajadora, y útil en la sociedad. No solo quería que aprendieran a leer, sino que aprendieran a vivir bien.
Don Bosco confiaba mucho en la Virgen María, a quien llamaba María Auxiliadora. Enseñaba a rezar y a confiar en ella en los momentos difíciles.
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